El traje nuevo del Emperador
El concepto de trabajo en equipo está muy de moda no sólo en el ámbito laboral sino en otros, como la educación.
Sin embargo hay mucha confusión en cuanto al término “equipo” y se suele confundir con “grupo”. Aunque ambos conceptos se perciban semejantes, no son lo mismo. Este post no va dedicado a explicar la diferencia entre grupo y equipo así que voy a denominar “equipo” a todo grupo de un número reducido de personas que persiguen una meta común. Voy a hablar de uno de los “males” que pueden aquejar a un grupo o equipo, “el pensamiento grupal”.
En principio la cohesión dentro de un equipo es positiva para su rendimiento ya que a mayor cohesión, mayor compromiso de sus miembros y eso repercute en mejor desempeño. Cuando los equipos tienen que tomar decisiones y muestran al mismo tiempo conformidad (misma forma de pensar), alta cohesión, y por encima de todo está motivado a buscar un acuerdo entre los miembros por encima de todo, es probable que aparezca el fenómeno de “pensamiento grupal” cuyo resultado son decisiones ineficaces y perjudiciales.
Los principales antecedentes que aparecen en un equipo bajo la influencia del pensamiento grupal son (Janis 1982):
1) Aislamiento del grupo respecto a otros miembros de la organización.
2) Ausencia de normas y metodología para el proceso de toma de decisiones.
3) Falta de liderazgo imparcial. Los líderes hacen presente sus preferencias que son aceptadas sin apenas discusión.
4) Homogeneidad. El grupo es muy homogéneo principalmente en actitudes, creencias y valores.
Pero ¿Cuáles son los síntomas de que está presente el pensamiento grupal? Se podrían resumir según Janis:
1) Ilusión de invulnerabilidad. El equipo se siente invulnerable, existe la creencia de que no puede fracasar y que su moralidad es superior.
2) Cerrazón mental. El equipo no presta atención a avisos externos en contra de la decisión y además se tiende a menospreciar a grupos u organizaciones rivales.
3) Presiones hacia la uniformidad. Si aparecen disidentes dentro del grupo se les presiona para que no hagan visibles sus críticas, los miembros se autocensuran de forma que sus dudas o discrepancias sobre la decisión no salen al descubierto y existe una falsa ilusión de unanimidad.
Los efectos de las malas decisiones tomadas cuando aparece el fenómeno del pensamiento grupal son que se hace una revisión incompleta de las posibles alternativas, insuficiente análisis de pros y contras de la elección, no se toman en cuenta alternativas rechazadas inicialmente, escasa atención a la búsqueda de información relevante, sesgos y que no se desarrollan planes de contingencia en el caso de que los riesgos se hagan realidad (relacionado con la ilusión de invulnerabilidad).
De entre los antecedentes que pueden desencadenar el pensamiento grupal merece especial atención el papel que el líder puede desempeñar en el equipo. Cuando el estilo del líder es muy directivo y hace muy presentes sus preferencias, existe un alto riesgo de que emerja este fenómeno puesto que sus colaboradores se sienten motivados a aceptar las preferencias del líder, sobre todo si este detenta el poder formal así como el poder de castigo y recompensa.
Por eso es importante que el líder mantenga una postura imparcial en lugar de mostrar desde el inicio sus preferencias y expectativas y debiera limitarse a definir el problema y acotar los límites de los recursos disponibles. Otros consejos para evitar el pensamiento grupal son el establecer procedimientos de toma de decisiones, pedir opinión a expertos, el que todos los miembros adopten el rol de evaluador crítico y que al menos uno de los miembros de forma rotatoria adopte el rol de abogado del diablo (o en términos coloquiales que adopte el rol de “tocapelotas”) para señalar los puntos débiles de la decisión.
Ante la evidencia de la toma de una decisión equivocada, ¿quien se atreve a decir al Emperador que va desnudo?